Foto: J.M. Serrano (ABC de Sevilla). |
Lo importante de la Esperanza no es tenerla, sino cómo
usarla.
Solemos recurrir a la Esperanza cuando nos vemos
ahogados, cuando la vida nos pone muros para saltar. Sí, solemos usar la
Esperanza como una armadura que nos proteja de las zancadillas de la vida, como
un escudo que nos preste seguridad ante aquello que tememos o que desconocemos.
Pero esta tierra tan grande, este mundo que es Sevilla, tiene la capacidad de dar
siempre un color único a todo lo que toca. Esta ciudad es capaz de convertir un
recurso para los malos momentos es una forma de vida. Son las cosas de Sevilla.
Sevilla tiene la capacidad de estirar la Esperanza como
se estira un chicle. Geográfica y socialmente. El artículo 14 de la CE podría
ser un ejemplo perfecto para poner en un espejo a la Esperanza. Todos somos
iguales ante ella, porque la Esperanza en esta ciudad es capaz de llegar, de la
misma forma pero con distinto traje, al corazón de las Tres Mil Viviendas, a
una zona intermedia como el Juncal y a un lugar céntrico e histórico como es la
Iglesia de San Martín. Y en los tres sitios le da el mismo color, la misma
alegría, la misma lección… La Esperanza en Sevilla está en todos los rincones,
sin importar la distancia, la antigüedad o la riqueza. La Esperanza en Sevilla
tiene tanto poder, tanta fuerza, tanta pureza que es capaz de llegar a
cualquier corazón.
Sevilla hace de la Esperanza su cielo perfecto para cada
momento. Igual la usa para abrir la Semana Santa con la incomparable luz del
Domingo de Ramos que la usa para cerrarla en la noche del Sábado Santo. Dos
contrates sentimentales completamente opuestos pero exactamente iguales en su
fondo. La Esperanza sirve toma el papel de unos fuegos artificiales en una
ceremonia de inauguración y, con el mismo sentido, en una ceremonia de cierre.
La Esperanza en nuestra vida, en la vida de la ciudad, está desde que se nace
hasta nos marchamos. Por eso es tan grande su mensaje, porque permanece siempre
como una lección permanente de vida.
Y por si todo esto fuera poco, Sevilla se encabezona en
demostrar que no hay un lugar como este en el mundo. La grandeza de Sevilla es
su personalidad, su autenticidad. Y dentro de esa personalidad, sus mil
personalidades. ¿No es eso lo que ocurre en Triana? ¿Será posible encontrar una
fiesta, un canto a la Esperanza, tan personal como el de Triana? Un estilo más
discreto como el de la calle Castilla se funde perfectamente y sin ningún
trauma con la algarabía y la locura de la calle Pureza. Dos Esperanzas en un
barrio, en apenas unos metros, completamente distintas, dos estilos y dos
circunstancias temporales que nada tienen que ver… Y el mismo fondo, siempre el
mismo fondo: Triana. ¿Habrá una palabra en el mundo que suena mejor que Triana?
Cuánta Esperanza es capaz de derrochar esta bendita orilla del Guadalquivir…
Todo eso, amigos, todo eso es la Esperanza. Todo eso y
mil millones de cosas más. Porque cada corazón de cada uno de nosotros es un
cofre, bendito cofre, que da forma a la Esperanza. No hay un solo corazón donde
no viva la Esperanza. Aunque se pierda, aunque a veces cuesta encontrarla,
aunque a veces uno quiera cegarse… la Esperanza siempre está, siempre se
recupera. Porque la Esperanza, amigos, es el motor de la felicidad. La alegría
de los que estamos y la tranquilidad de que los que no vemos también están. La
Esperanza es un escudo ante el dolor y, de la misma forma, en ingrediente
esencial de la felicidad. ¿Habrá una tierra en el mundo que tenga la capacidad
de regalar tanta Esperanza, tanta felicidad, como Sevilla? Todo eso amigos,
todo eso es capaz de dibujar la Esperanza. Porque la Esperanza es, por encima
de todo, la sonrisa de la gente, la sonrisa del pueblo.
Id a buscarla estos días. Id siempre a buscarla.
Todo eso, amigos, todo eso es la Esperanza.
Todo eso y mil millones de cosas más.
Lo que somos, lo que sentimos.
Todo eso… y la Macarena.
José Antonio
Montero Fernández.
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