jueves, 13 de diciembre de 2018

Lo que somos, lo que sentimos

Foto: J.M. Serrano (ABC de Sevilla).

Lo importante de la Esperanza no es tenerla, sino cómo usarla.

Solemos recurrir a la Esperanza cuando nos vemos ahogados, cuando la vida nos pone muros para saltar. Sí, solemos usar la Esperanza como una armadura que nos proteja de las zancadillas de la vida, como un escudo que nos preste seguridad ante aquello que tememos o que desconocemos. Pero esta tierra tan grande, este mundo que es Sevilla, tiene la capacidad de dar siempre un color único a todo lo que toca. Esta ciudad es capaz de convertir un recurso para los malos momentos es una forma de vida. Son las cosas de Sevilla.

Sevilla tiene la capacidad de estirar la Esperanza como se estira un chicle. Geográfica y socialmente. El artículo 14 de la CE podría ser un ejemplo perfecto para poner en un espejo a la Esperanza. Todos somos iguales ante ella, porque la Esperanza en esta ciudad es capaz de llegar, de la misma forma pero con distinto traje, al corazón de las Tres Mil Viviendas, a una zona intermedia como el Juncal y a un lugar céntrico e histórico como es la Iglesia de San Martín. Y en los tres sitios le da el mismo color, la misma alegría, la misma lección… La Esperanza en Sevilla está en todos los rincones, sin importar la distancia, la antigüedad o la riqueza. La Esperanza en Sevilla tiene tanto poder, tanta fuerza, tanta pureza que es capaz de llegar a cualquier corazón.

Sevilla hace de la Esperanza su cielo perfecto para cada momento. Igual la usa para abrir la Semana Santa con la incomparable luz del Domingo de Ramos que la usa para cerrarla en la noche del Sábado Santo. Dos contrates sentimentales completamente opuestos pero exactamente iguales en su fondo. La Esperanza sirve toma el papel de unos fuegos artificiales en una ceremonia de inauguración y, con el mismo sentido, en una ceremonia de cierre. La Esperanza en nuestra vida, en la vida de la ciudad, está desde que se nace hasta nos marchamos. Por eso es tan grande su mensaje, porque permanece siempre como una lección permanente de vida.

Y por si todo esto fuera poco, Sevilla se encabezona en demostrar que no hay un lugar como este en el mundo. La grandeza de Sevilla es su personalidad, su autenticidad. Y dentro de esa personalidad, sus mil personalidades. ¿No es eso lo que ocurre en Triana? ¿Será posible encontrar una fiesta, un canto a la Esperanza, tan personal como el de Triana? Un estilo más discreto como el de la calle Castilla se funde perfectamente y sin ningún trauma con la algarabía y la locura de la calle Pureza. Dos Esperanzas en un barrio, en apenas unos metros, completamente distintas, dos estilos y dos circunstancias temporales que nada tienen que ver… Y el mismo fondo, siempre el mismo fondo: Triana. ¿Habrá una palabra en el mundo que suena mejor que Triana? Cuánta Esperanza es capaz de derrochar esta bendita orilla del Guadalquivir…

Todo eso, amigos, todo eso es la Esperanza. Todo eso y mil millones de cosas más. Porque cada corazón de cada uno de nosotros es un cofre, bendito cofre, que da forma a la Esperanza. No hay un solo corazón donde no viva la Esperanza. Aunque se pierda, aunque a veces cuesta encontrarla, aunque a veces uno quiera cegarse… la Esperanza siempre está, siempre se recupera. Porque la Esperanza, amigos, es el motor de la felicidad. La alegría de los que estamos y la tranquilidad de que los que no vemos también están. La Esperanza es un escudo ante el dolor y, de la misma forma, en ingrediente esencial de la felicidad. ¿Habrá una tierra en el mundo que tenga la capacidad de regalar tanta Esperanza, tanta felicidad, como Sevilla? Todo eso amigos, todo eso es capaz de dibujar la Esperanza. Porque la Esperanza es, por encima de todo, la sonrisa de la gente, la sonrisa del pueblo.

Id a buscarla estos días. Id siempre a buscarla.
Todo eso, amigos, todo eso es la Esperanza.
Todo eso y mil millones de cosas más.
Lo que somos, lo que sentimos.
Todo eso… y la Macarena.



José Antonio Montero Fernández.

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