"Esperanza de Triana", obra de Aída Carvajal. |
“En la adversidad
una persona es salvada por la esperanza”.
¿Cuántas veces os han dicho eso de que “la esperanza es
lo último que se pierde”? ¿Nunca os habéis planteado si es cierto? La vida tiene
caras bonitas y caras feas, muy pero que muy feas. Y creo que a veces es la propia
existencia la que te pone en la tesitura de discutir esta afirmación. La vida
puede ser tremendamente dura, horriblemente agónica. Y es que a veces, amigos,
la esperanza es lo primero que se pierde. A veces, amigos, la esperanza es lo
último que florece.
No podemos negar las evidencias de la vida. La esperanza,
a veces, es lo primero que se pierde. Se pierde en muchas camas de hospital, se
pierde cuando te hablan de que hay que recortar personal, se pierde cuando un
corazón dice sí y otro dice no, se pierde cuando el examen no ha salido como
esperabas… Se pierde cuando te derrotan, cuando la vida te pone más y más losas
encima, cuando la lluvia arrecia y la realidad te empapa. A veces, amigos, muchas
veces, la esperanza es lo primero que se pierde. Y es ahí, justo ahí, donde
radica la verdadera grandeza de la esperanza.
La grandeza de la esperanza no está en ser lo último que
se pierde, sino en ser lo primero que se recupera. No se trata de usar la
esperanza como consuelo, sino de usarla como arma. Porque la esperanza no es un
pañuelo con el que secar las lágrimas de la vida, la esperanza es una bomba de
luz que ilumina cualquier oscuridad del presente. Del presente y del futuro. La
esperanza no es lo último que se pierde, es lo primero que se recupera.
Noviembre es un mes frío, un mes duro, un mes de muchos
recuerdos. Es un mes que llega con una oscuridad temprana, con la crueldad
inclemente de una lápida del cementerio y con la pobre desnudez de los árboles.
Y en medio de esa desnudez, como sacada de un cuento, la ciudad se inventa una
Biblia de flores que trae la primavera a Sevilla. Una Biblia de flores para
explicarle al mundo qué es la esperanza. Una Biblia con una lección distinta,
una lección que enamora, una lección que es la misma vida. La Biblia es la
Virgen de la Esperanza y la escribió Triana hace 600 años.
En cada lágrima de cada devoto, ahí se recupera la
esperanza; en cada vello de punta, ahí se recupera la esperanza; en cada pétalo
que llueve en la calle Pureza, ahí se recupera la esperanza; en cada recuerdo
de un ser querido, ahí se recupera la esperanza. Porque la Esperanza de Triana no
consuela, la Esperanza de Triana cura. Cura con alegría, con algarabía, con un
andar osado, con unas flores exageradas, con un griterío que es gloria, con un
paso atrás que es eterno. La grandeza no está en ser lo último que se pierde, sino
en ser lo primero que se recupera. Y la Esperanza de Triana, amigos, es experta
en recuperar corazones.
Hay que mirar más a la Esperanza. En estos días en los
que la memoria es dura, hay que mirar más a la Esperanza. A una Esperanza que
lleva 600 años enseñándole al mundo cómo hay que levantarse. Hay que entender
que la esperanza puede perderse tres y tres mil veces y tres y tres mil veces
hay que recuperarla. En Triana, amigos, saben perfectamente que nunca hay que
caerse; hay que caerse y levantarse. Estos días, amigos, hay que mirar más al
Cristo de las Tres Caídas y a la Virgen de la Esperanza.
Ahora que la Esperanza sale a la calle en una primavera
improvisada, no os quedéis en la superficialidad. Bucead en el océano que
esconden los ojos de sus devotos, pensad en lo difícil que es levantar durante
600 años tantas y tantas almas en pena. Buscad a la Esperanza dentro de
vuestros corazones, disfrutadla con la alegría que Ella os dispone, recuperadla
cuando la vida os haga perderla. No dejéis nunca de seguirla, de quererla y de
ayudarla; no permitáis nunca que nada, absolutamente nada, os impida recuperar
la Esperanza. No os olvidéis nunca de usar a la Esperanza como un asalto y no
como un escudo. Un asalto contra todo lo que os ataque, un asalto contra la
vida.
La grandeza no está en ser lo último que se pierde.
Así lo dijo Dios, así lo dice Triana, así lo dice
Sevilla.
Así lo lleva escribiendo 600 años la Virgen de la
Esperanza.
Bendita la suerte que tenemos en las espaldas.
Bendita la suerte.
Bendita la Virgen de la Esperanza.
José Antonio
Montero Fernández.
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