jueves, 11 de noviembre de 2021

La lección

“Dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá siempre”.


La mirada del Gran Poder es toda una catequesis. A veces basta con eso, con una mirada. Decía Bécquer que “el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada”. Lo del Gran Poder en los Tres Barrios ha sido una historia de eso, de miradas. Y mirando, simplemente mirando, nos ha dado la gran lección de esta Santa Misión.

El Gran Poder, como decía Bécquer, nos ha besado con la mirada. Nos ha abrazado, nos ha consolado, nos ha alegrado… Y nos ha enseñado. La vuelta, mirando a los vecinos de los Tres Barrios, en el cruce de la Ronda del Tamarguillo del pasado 5 de noviembre… ahí está todo. En esa despedida ficticia está el sentido de todo esto: nos quedamos. 

Y no digo “se queda”, digo “nos quedamos”, 1ª persona del plural del presente de indicativo del verbo quedar. Esta Santa Misión no va de que se quede espiritualmente el Señor, de que se queden nuestras oraciones o de que se queden los bienes con los que podamos ayudar. De eso también. Pero fundamentalmente, esta Santa Misión va de nosotros. Va de que nos quedemos nosotros, de que nos impliquemos nosotros, de que nos concienciemos nosotros.

Esa es la lección: ayudar significa implicarse, actuar, mancharse de barro. El Gran Poder nos ha enseñado a mirar para que seamos capaces de ver. Y ahora ya no es tiempo de mirar, ya hemos visto lo que hay. Ahora toca comprometerse. Dejar esto en un bonito recuerdo, en solo 21 días, en cuatro fotos con los tendederos o en tres vídeos con la Centuria tocando es, simple y llanamente, darle pescado al hambriento. El Gran Poder no ha venido a los Tres Barrios (a SUS Tres Barrios) a darle pescado a los necesitados, ha venido a darles pescado y a enseñarles a pescar.

El Gran Poder ha abierto una nueva puerta para las hermandades. No estoy de acuerdo en que lo que la reconstrucción social de una zona desfavorecida no sea la función de una hermandad. No es su responsabilidad, de acuerdo, pero si la hermandad siente una obligación moral movida por sus creencias, ¿quiénes somos nosotros para decir que no preste ayuda? ¿Es malo que se ponga en el foco todo esto? ¿Es malo que se enseñe el pasotismo de las instituciones y de la propia sociedad en esta zona? El Gran Poder podía ayudar, por eso ha ayudado. Por eso va a seguir ayudando.

Las hermandades como instrumento de integración social, como medio para aunar los valores positivos de diferentes confesiones y creencias religiosas, como vías reveladoras de la desgana y la desidia política. Esto, esto es una Semana Santa viva. Luchemos por esto, insistamos en esto, debatamos y dejémonos los huesos en esto. No digo que no sea importante hablar de la túnica, de las bandas o de los horarios. Digo que relativicemos.

El Gran Poder nos ha regalado una Semana Santa del siglo XXI, poniendo a Sevilla y a sus hermandades donde siempre deben estar, como referencia para el resto. Es tan simple, tan sencillo y tan puro… Al Gran Poder le bastó una vuelta, una simple vuelta, para enseñarle el camino al pueblo. Y lo hizo, como siempre, con una mirada. Ni más ni menos.

No somos conscientes de lo que ha conseguido el Gran Poder.
Y mucho menos de lo que vamos a conseguir nosotros.
Porque, no dudéis, lo vamos a conseguir.
Ya lo estamos consiguiendo.



José Antonio Montero Fernández
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario